Mi madre

Este es el escrito más personal e íntimo que he creado. Mi madre sabía que me gustaba escribir por lo que quise hacerle unas líneas que se salieran de lo habitual, espero haberlo conseguido.

Desde el cielo, sé que leerás esto en mis pensamientos. Un suspiro te ha convertido en estrella, en mi ángel de la guarda eterno. No puedo verte, pero estás ahí. Mis ojos no alcanzan enfocarte. Tu a mí, sí. Lo sé.

Afortunada, te tuve cincuenta y cuatro años a mi lado que me supieron a poco. Disfrute de tu dulzura, de tu alegría innata, de tu punto de vista positivo que bordabas con tu integridad y honradez. Medicina infalible. La mejor de las madres y abuela. Sacrificada y generosa.

Una noche tu cuerpo se cansó y tu espíritu juguetón e inquieto, ingenuo, se dejó llevar por un pícaro suspiro que trajo el silencio a mi vida. Una templanza inmóvil, un punto y final a un capítulo que para mí aún no había llegado a su fin. La quietud me serenó y me susurró que, allá donde estabas, tu lucha finalizó y dejaste de sufrir. Una nueva sensación me envolvió. Extraña tranquilidad.

No me compensa tu vacío. No tenerte ni poder escuchar tu voz. Tu recuerdo revolotea por mi mente como un duende rebelde y travieso que viene y va.

Lágrimas traicioneras garabatean mis ojos impidiéndome escribir. Sigo tu ejemplo de mujer luchadora, no dejaré que venzan.

Allá arriba espero que te tengan en un lugar privilegiado porque, si no es así, los obligaré a devolverte.

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